Entrevista realizada por Oswaldo Franco, publicada en Prensa
Comunitaria en
http://www.prensacomunitaria.org/adriana-portillo-y-la-desaparicion-forzada-de-su-familia-segunda-parte1/
Adriana Portillo-Bartow ha luchado por más de
35 años para esclarecer la desaparición de sus hijas Rosaura
Margarita de 10 años y Glenda Corina de 9 años, su papá Adrián
Portillo Alcántara de 70 años, su esposa Rosa Elena Muñoz Latín,
una cuñada Edilsa Álvarez Morales de 18 años una cuñada y su
hermanita Alma Argentina de un año y medio. La desaparición ocurrió
el 11 de septiembre de 1981, en manos del ejército de Guatemala y
hasta la fecha no se sabe nada del paradero de toda esta familia.
Tuvimos la oportunidad de platicar con Adriana, para que nos contara
como vivió esos acontecimientos, pero antes queremos presentarles la
historia de quien después de tanto tiempo busca justicia y guarda la
esperanza de encontrar a sus hijas y familiares.
En esta entrevista se encuentra parte del testimonio
de Adriana Portillo-Bartow presentado ante el Tribunal C de Mayor Riesgo
el 13 de marzo de 2018
Esta es la segunda parte de la entrevista
realizada a Adriana Portillo, quien busca a sus hijas desaparecidas
desde 1981 por el ejército de Guatemala junto a su papá y su
segunda esposa, así como su pequeña hermana. Adriana nos cuenta qué
fue lo que sucedió ese día terrible y cómo ha sido su vida tras
los incidentes. La
historia de Adriana Portillo y la desaparición forzada de su familia
– primera parte –
Ese 11 de septiembre de 1981 don Adrián Portillo
saldría de su casa de regreso a Guatemala, y se iba a ir junto a su
esposa Rosa para celebrar una pequeña fiesta también llevaban a su
pequeña hija Almita y las dos nenas de Adriana: Chagüita y Glenda.
Fue el último día que Adriana las vió.
Oswaldo: ¿Cómo fue el viaje y cómo fue que lo
planearon?
Adriana: Fue una decisión que tomamos todos en
conjunto. Mi papá ofreció llevárselas para que no nos costara a mi
cuñada y a mí, porque si no, tendríamos que ir con seis criaturas.
Yo no trabajaba, pero no nos podíamos ir. Yo me
quedé con las niñas -las pequeñas-, que en ese momento estaban con
su papá. Salimos al día siguiente un poco más tarde de lo que
queríamos. Fuimos con mi cuñada y mis sobrinos, mis nenas pequeñas
no fueron. Por mucho tiempo quizá por el shock creí que ellas me
habían acompañado, pero no, ellas se quedaron en Jutiapa”.
Oswaldo: Al llegar a la vivienda de su papá,
¿Cuál fue el pensamiento que tuvo al ver que la cuadra estaba
resguardada por elementos del Comando seis, la Policía Nacional y el
Comando de Detectives?
Adriana: Primero miedo y sorpresa. Ver a todas las
fuerzas de seguridad concentradas allí, y con lo difícil de la
situación que se vivía en ese tiempo. Un poco de curiosidad por
saber qué es lo que pasaba. Pero nunca me imaginé que fuera en la
casa de mi papá en donde ellos se encontraban.
Oswaldo: Al increparles acerca de la razón por la
que estaban en el lugar, usted recibió respuestas confusas, que si
estaban allí su papá y sus nenas; que las pasara a ver; o que en la
vivienda no había nadie. ¿En algún momento dudó si pasar a la
vivienda o no?
Adriana: Yo realmente, dije “no”. Dentro de mí
dije “no voy a entrar”, porque yo sabía que si nosotros
entrábamos a esa casa, ya no íbamos a salir. Por eso insistía que
lo llamaran, que saliera mi papá a la calle. Pero si, ellos tenían
respuestas confusas, pienso que era parte de su entrenamiento, ese
juego psicológico.
Inclusive mi cuñada preguntó si nos pasaría
algo si pasábamos y ellos respondieron que no, que cómo
podían hacernos algo, si nosotros íbamos con niños. Realmente no
recuerdo cuánto tiempo estuvimos allí, pero muchas cosas pasaron
por mi mente, menos que mis hijas estaban allí. Inclusive pensé que
mi papá se había cambiado de casa y no nos había dicho. Pero
durante todo el tiempo que estuvimos allí dentro del garaje de la
casa, había personas vestidas de particular lavando el garaje. Yo
estaba en estado de shock, no sentía el cuerpo, en un momento me
desligué de mi cuerpo y podía ver desde arriba a las mujeres
hablando con los hombres. Sentía el cuerpo como agua, pero cuando
reaccioné les dije que muchas gracias, que nos íbamos a ir. Y al
salir de allí, como a las tres o cuatro casas, reaccioné que es lo
que había pasado.
![]() |
Con Adriana, al finalizar su declaración. |
Oswaldo: ¿Usted recuerda a la persona con quien
le habló? ¿Cree que todavía lo reconocería?
Adriana: Sí, escuché que le decían Gato Gudiel.
Creo que si lo reconocería, aunque ha pasado tanto tiempo que
probablemente ya envejeció y no se vería igual. Sin embargo lo
reconocería si lo tuviera enfrente, y esto porque recuerdo que
estando allí llamaron a periodistas que eran como informantes
confidenciales del ejército. Y ellos son los que pudieron entrar.
Inclusive llegó un periodista conocido en
Guatemala, que trabajaba para un medio escrito muy famoso. En uno de
mis viajes luego de la firma de la paz, yo leí un testimonio que él
dio. Él decía que él había ido a buscar a la familia Latín, y
solamente alguien que sabe lo que ocurrió, sabría que ése era el
apellido de mi madrastra. Yo ahí deduje que se llevaro a las dos
mujeres y a las niñas vivas. Por esta razón decidí ir a buscarlo,
pregunté por él. Al pasar, probablemente él no tenía ni idea de
quién era yo, pero cuando entré a su oficina y lo ví, lo reconocí
inmediatamente. Y lo primerito que él me dijo “¿usted estuvo allí
verdad?”, “sí yo estuve allí, y usted estuvo allí también”,
le respondí. Y fue allí donde yo supe que quien comandaba la
información fue el Gato Gudiel.
Oswaldo: ¿además de esta, él le dio alguna otra
información?
Adriana: Sí, yo me acerqué y le dije “tenga
compasión de mí, dígame que pasó ese día. Dígame lo que sabe,
por favor. Usted que es padre, ayúdeme con lo que sabe”. Y me dijo
que no sólo era padre sino que también abuelo y la entiendo. Y él
me dijo, “esas niñas están probablemente en los países
escandinavos, las dieron en adopción”.
Le pregunté si había alguna persona viva que
hubiese estado ese día, y me respondió que sí. Un coronel, vive en
Argentina. Le pregunté si estaba en contacto con alguno, y me dijo
que sí, que mantenía contacto con uno que vive en Santa Rosa. Me
comentó que la persona que vivía en Santa Rosa le dijo que ellos
(el ejército) no mataba niños, que los daban en adopción. Toda
esta información se tardó alrededor de un año, tras algunas
conversaciones para que me lo dijera.
En una de esas conversaciones me dijo que había
hablado con el coronel de Santa Rosa y que estaba pidiendo doce mil
dólares, a cambio de la información. Yo le dije que estaba bien, y
junté esa cantidad y lo puse en una cuenta de banco. Cuando volví a
contactar al periodista le comenté que ya tenía el dinero. Pero le
pedí que me diera la información y que yo pudiera corroborar la
información, de lo contrario no le daría el número de cuenta. El
aceptó y me dijo que se comunicaría conmigo en dos semanas, pero
jamás se volvió a comunicar con nosotros.
Es difícil imaginar esto para una persona que no
lo ha vivido, pero desde el momento que me dijo que estaba en un país
escandinavo, mis hijas, mi esposo y yo nos preparamos para el
reencuentro. Pensaba todo el tiempo qué les iba a decir cuando las
vea, pensaba ponerme de rodillas y pedirles perdón por no haberlas
encontrado antes. Sin embargo cuando él ya no nos volvió a
contactar, sentí que las volví a perder. Y pues él ya no nos dijo
nada, y nunca más supe de ese periodista, pero sé que está vivo.
Oswaldo: después de lo que vivió en la casa de
su papá ¿qué hizo?
Adriana: Recuerdo que tomamos un taxi y nos fuimos
para Mixco, a la casa de mi cuñada. Vimos en las noticias, el
reporte oficial, que lo estaba dando un coronel en cadena. Dijo que
una casa de la organización guerrillera ORPA había sido cateada, y
que encontraron materiales subversivos, como libros, trajes típicos,
armas y una máquina para hacer bombas. Yo creo que todavía estaba
en estado de shock, tal vez por la negación de lo que había pasado.
No recuerdo, pero mi cuñada me contó, que yo insistí en regresar a
la casa a buscar a mis hijas, pero que todo estaba todavía
resguardado por la policía y el Ejército, y luego nos fuimos a la
casa del jefe de mi hermano.
Oswaldo: ¿Algún otro día trató de regresar a
esa casa? ¿Cuánto tiempo estuvo resguardada la casa?
Adriana: No sé realmente cuanto tiempo estuvo
resguardada, Tengo un hermano que era combatiente y que vive fuera
del país, él padecía de un pulmón. Recibí una carta cuando vivía
en Guatemala, quizá un año después de lo que había pasado. En
esta carta decía que había bajado de la montaña por un problema
que tenía en el pulmón y que la casa aún estaba resguardada, y que
vio que los policías y los hombres que estaban allí estaban
saqueando y llevándose en pick ups los muebles de la casa, algunas
cosas inclusive las regalaban a personas que pasaban por allí. El
entendió qué estaba pasando y se fue de Guatemala. No sabe cuánto
tiempo estuvieron allí, pero se imagina que fue una o dos semanas”.
Oswaldo: Esta carta entonces, fue enviada por su
hermano.
Adriana: Sí, era Germán, mi hermano menor, y nos
volvimos a encontrar tras 17 años, ya que yo pensé que él estaba
desaparecido. Él fue a Guatemala a buscarnos y fue cuando le
contaron qué había ocurrido y que yo estaba en Chicago. Tenemos una
comunicación muy esporádica, él nunca pudo superar el trauma y
tiene problemas emocionales muy serios. Nos vimos tal vez dos veces
después de la Firma de la Paz, pero ya no nos volvimos a ver.
Oswaldo: ¿Usted o su papá recibieron amenazas en
algún momento? ¿Hubo algún indicio que esto podía pasar?
Adriana: No, pero sospecho que por eso fue que mi
papá se fue a Jutiapa esos días, y alguien me contó que estando
allí el recibió un telegrama, y fue cuando decidió regresar a
Guatemala. Nosotros (mis hermanos y yo) no recibimos amenazas serias,
Mis hermanos como tomaban en los bares, se ponían a hablar de
política y allí pues a veces los amenazaban y los seguían, pero
nunca nada serio. Todas las amenazas fueron después, ya estando en
la ciudad capital.
Oswaldo: ¿Qué tipo de amenazas recibían?
Adriana: Eran verbales, un compañero de mi
exesposo, que tenía contactos con militares, le decía a mi esposo
que se fuera, que lo iban a matar. Pero él nunca hizo caso. Otro
tipo de amenazas eran cuerpos que aparecían cerca de la casa. Un
día, de hecho, cuando mi esposo regresaba del trabajo, vio un carro
negro, pero siguió caminando, los ocupantes del carro lo increparon,
lo llevaron a un barranco, le quitaron sus cosas y lo dejaron viendo
a la puerta de la casa, le dijeron que contara hasta 100 y entrara,
que no volteara a ver porque lo iban a matar. En otra ocasión unas
personas querían forzar la puerta de la casa, y nos gritaban que la
abriéramos. Nosotros por miedo nos quedamos dentro de la casa.
Cuando sentimos ya estaban en el techo y nos estaban gritando que
saliéramos, fuimos al patio y ellos, vestidos de chumpa negra, nos
preguntaban por una persona nicaragüense, que le habían dicho que
nosotros la estábamos escondiendo, les decíamos que no era cierto,
que no escondíamos a nadie. Ellos se reían, al final dijeron que
estaba bien, pero que a la próxima vez que llegaran nos iban a
matar. A las dos semanas salimos de Guatemala.
Oswaldo: Pero ¿usted conocía a alguien de
Nicaragua?
Adriana: Nunca, por muchos años recordé su
nombre, pero ahorita si no. Pero no, no conocía a nadie de
nacionalidad nicaragüense.
Oswaldo: Antonio, su hermano estuvo presente
cuando se llevaron a su papá en la oficina de la zona 1, luego fue
el primero en llegar al lugar de los hechos, pero sólo se fue sin
poder hacer algo ¿Cómo fue su relación tras los incidentes?
Adriana: Nos unió más, de hecho siempre fuimos
unidos. Tenemos solo un año de diferencia. El dolor nos unió más,
el haber sido testigos de un crimen tan atroz, nos unió más. De
hecho con Antonio hasta la fecha somos muy cercanos. El 35
aniversario de la desaparición de la familia es el 11 de septiembre
y el año pasado iniciamos con una tradición de hacer una ceremonia
para recordarlos y renovar nuestro compromiso de continuar en la
lucha.
Oswaldo: ¿Cómo fue su vida tras los
acontecimientos?
Adriana: Yo siempre digo que la Adriana que llegó
a esa casa, murió ese día. Nació una Adriana diferente, alguien
temerosa, casi antisocial, aunque también más fuerte, más
determinada, más asertiva. Una completa dualidad de lo que soy. Mi
dolor se convirtió en mi motor, y es lo que me causa depresiones
clínicas profundas. He llegado a intentar suicidarme, porque el
dolor es muy fuerte. A veces pienso que hubiese preferido que me
torturaran físicamente y no de la manera que lo hace,
psicológicamente. Vivo una vida doble, un pie en el pasado y un pie
en el presente”.
Oswaldo: Con la información que le dio el
Periodista, ¿se acercó a instancias de derechos humanos, embajadas
como la de los países escandinavos?
Adriana: Lo hicimos a través de la Cruz Roja
Internacional, ellos se acercaron a los gobiernos de los países
escandinavos, con las fotografías de las niñas, fueron buscadas
pero nunca encontradas.
Oswaldo: Hablemos sobre la casa, ¿usted tiene
conocimiento si en efecto era una casa de seguridad?
Adriana: Fue aceptado por la ORPA, y mi papá
pertenecía a esa organización.
Oswaldo: ¿Sabe qué pasó con la casa luego de
los acontecimientos?
Adriana: Yo regresé a esa casa en 1999, con un
periódico de Chicago. Esa vez pude reconocer la casa, pero era una
cantina. No me acerqué pero pude ver gente todos se nos quedaban
viendo extrañados de por qué había cámaras allí y todo. Fui hace
un par de años también con otro medio guatemalteco, pero esta vez
no pude reconocer la casa, la mayoría son tiendas ahora.
Oswaldo: Carlos, su otro hermano, fue asesinado
durante una redada en zona 15 ¿hablaron en su familia sobre esto?
Adriana: Sí, él falleció cubriendo al
Comandante Gaspar Ilom, pero nunca fuimos a reconocer su cuerpo,
porque haber reclamado su cadáver nos hubiera delatado. Inclusive mi
papá nos contó que se había inmolado, pero eso fue lo que le dijo
la organización a él, no me consta. Después de la firma de la paz
fui a la Verbena a ver si lograba recuperar su cuerpo, inclusive tuve
los folios y decía que la causa de muerte fue herida por esquirlas
de granada en el tórax y un balazo en el área occipital.
Lastimosamente llegué siete años tarde y lo
cambiaron de fosa, no nos dieron el cuerpo. Sin embargo ahora los
tiene la Fundación de Antropología Forense, ya que exhumó los
restos que estaban en esas fosas, entre los que se encuentra mi
hermano y hemos dado pruebas de ADN para poder identificarlo, pero
son miles de cadáveres. Es una tarea muy difícil. Espero que me
digan que encontraron el cuerpo de mi hermano. Es más, puede que mi
papá también este allí.
Oswaldo: En 1987, usted denuncia por primera vez
este caso. ¿Por qué esperar tanto tiempo?
Adriana: Tenía miedo. Llegué a Estados Unidos
sin documentos, pero tenía mucho terror. En Guatemala tenía miedo
de que nos fueran a matar, y estando en USA, el miedo era que
inmigración me detuviera y me enviara de regreso a la muerte. Pero
cuando yo me casé, con Jeff, ya estaba libre de hacer las cosas que
quería sin temor.
Oswaldo: ¿Es esa la misma razón por la que
esperó a la firma de los acuerdos de Paz, para presentar el caso
ante el Ministerio Público en Guatemala?
Adriana: Sí, el objetivo es que aparezcan los
cuerpos. Que sean parte de la historia de Guatemala, que aparezcan
como víctimas de los regímenes militares que afectaron al país.
Buscando la verdad y la justicia para los míos. El caso no ha
avanzado mucho, a pesar de tener muchos testimonios. Los implicados
dijeron que no sabían absolutamente nada de lo que yo estaba
hablando. Debo ser justa y debo decir, que algunos fiscales
expresaron temor por su vida, por andar investigando este caso.
Oswaldo: ¿De qué manera ha influido el hecho de
pertenecer a una familia guerrillera a la resolución del caso?
Adriana: Definitivamente ha influenciado el manejo
del caso. Lo entiendo porque investigar este tipo de casos podría
llevar a la muerte, pues se están tocando militares de alto rango.
Pero pienso que el Ministerio Público tiene un mandato y debe
cumplirlo. El hecho de que hay tantos casos, que están ante los
tribunales, no ha permitido que se le dé movimiento al caso mío. En
este viaje voy a unirme con una organización que probablemente va a
mover el caso.
Oswaldo: En los últimos años se han logrado
esclarecer al menos cinco casos de desaparición forzada, ¿esto la
motiva o le da esperanzas a que este caso tenga resolución?
Adriana: Definitivamente, la justicia aunque
lenta, está caminando. Tenemos esos ejemplos, yo no pierdo la
esperanza de estar viva cuando se lleve a esos criminales ante la
justicia y se conozca la verdad.
Oswaldo: Algún mensaje que tenga para personas
que hayan tenido el mismo problema.
Adriana: “No se rindan, existen organizaciones
que están investigando y ayudando a personas que han tenido
familiares desaparecidos. Sean fuertes, no permitan que su dolor los
ponga de rodillas, al contrario, que este dolor sea el motor que los
lleve a continuar con esta búsqueda.”
Una reseña de su
declaración está en
http://www.prensacomunitaria.org/cuarto-dia-caso-molina-theissen-toman-la-palabra-una-testiga-y-un-exgeneral-peruano/
No hay comentarios:
Publicar un comentario