Las florecitas del trébol me recuerdan mi infancia en la Guatemala de los sesentas. La mía era la de una barriada obrera, rodeada de paraísos espléndidos: los barrancos. Estos abismos hermosos estaban poblados de árboles y había un río limpio esperándonos en el fondo, flores de muerto, tréboles, pájaros, chiquirines que nos ensordecían con su chirrido necio en la época seca y trillos que me llevaron alguna que otra vez a lugares mágicos. Eso se acabó, pero las florecitas de los tréboles y las de una planta, que aquí llaman lantana, me llevan a sentir nuevamente el olor del bosque soleado y una época aún dulce de mi vida.
Fue en esos años dulces que sucedió la desaparición forzada de mi tío Alfredo, de la que algo cuento en Los desaparecidos. Al respecto, lo que mi padre logró averiguar es que había sido detenido ilegalmente por hombres al servicio del ejército cuando platicaba con el alcalde en el parque de Zacapa, un domingo de mediados de 1966. Uno de los captores era el nefasto Oliverio Castañeda, no el joven dirigente estudiantil asesinado por Chupina y García Arredondo un 20 de octubre de 1978, sino otro: un esbirro del entonces coronel Carlos Manuel Arana Osorio. Arana era el comandante de la base militar de Zacapa; entre 1970 y 1974, fue presidente de la república.
De forma muy valiente, mi papá hizo una denuncia pública y le exigió a Arana que liberara a su hermano. En mi recuerdo lo que queda es una imagen borrosa de mi papá en la página de un periódico señalando directamente al coronel en sus declaraciones. Luego de eso, perdió el empleo y cada vez que había cateos en La Florida, el barrio de trabajadores donde transcurrió gran parte de mi vida, los hombres armados, vestidos de civil y con sombreros y botas, siempre pasaban por mi casa y revolcaban todo.
Fue en 1966 que nació Marco Antonio, el 30 de noviembre, unos meses después de la desaparición forzada de mi tío. Zacapa y el oriente del país fueron asolados por las ofensivas militares contra la población civil. Quienes llevaban estas cuentas macabras, calcularon unas siete mil personas desaparecidas; también oí decir que flotaban cuerpos en el río Motagua.
Todos estos recuerdos me trajo a la memoria la diminuta flor del trébol que, hermosa, amaneció hoy en mi casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario