A los 43, a
sus madres, sus padres, al pueblo mexicano, con todo el dolor y la indignación que soy capaz de sentir.
“¿Y qué encontraron?
-Pues era carbón y pedacitos así de hueso.”[i]
Eso no es mi hijo. Un puñado de ceniza.
Una uña. Despojos amontonados en un basurero. Mi hijo no es basura, no es carne
quemada, no es sangre mezclada con la tierra. Eso no son sus ojos, los suyos brillaban como soles, sabían mirar
más allá de este mundo de miseria, hambre y opresión.
Mi
hijo no es una foto, tampoco es un papel, no es solamente un nombre, no es un
número en una lista del horror. Es un ser humano. Lo sentí brotar en mi
vientre, una semilla germinando en mis entrañas hace 17, 18, 19, 20 años. Le di
a la vida, a mi país, un par de manos trabajadoras, una mente ansiosa de saber,
conocer y enseñar, una voluntad dispuesta a romper los límites impuestos por la
desigualdad, un hombre.
(asesinaron a los estudiantes,
calcinaron sus cuerpos, picaron los huesos y luego los arrojaron al torrente de
un río)
Fiero, cruel,
inhumano. Atroz. No a él. No a mi hijo. No es cierto. No se merece un trato
así, tan inhumano. Ningún ser humano lo merece. Ninguna vida debe ser tronchada
de esa forma.
Estoy rota. Mis brazos están
rotos, no pueden abrazarlo. Mi corazón también, ahora está anegado de dolor, de
angustia, de tristeza. No es amor lo que siento, es desesperación, es rabia,
indignación, incredulidad, impotencia. ¿Dónde está? ¿Acaso lo sabe algún árbol
del camino? ¿Lo sabe la noche que cobijó a sus desaparecedores?
Señor Procurador, ¿Lo sabe usted?
¿Fueron hombres los que dice que les hicieron eso? ¿Los seres humanos, como usted, como yo, son capaces de
triturar un cuerpo, de quemar a una persona estando viva?
¿Es la verdad o necesitan acabar
su pesadilla, darle vuelta a la hoja y aquí no pasó nada?
En pocos días otra tragedia será
el vórtice de sus preocupaciones. La mía está empezando.
Quiero a mi hijo de regreso,
palpitante, vibrando, vivo. Me piden demasiado si esperan que acepte la idea de
su muerte con palabras que describen lo que mis ojos no pudieron ver.
Mi hijo no es este
vacío abismal, no es una bolsa de basura en el fondo de un río.
Él es el dueño de los pasos que
oigo en el sendero cuando viene a la casa, de la voz que vibra en mis oídos
diciendo palabras de futuro.
¿Esperan que sienta que está
muerto hablándome de restos irreconocibles, imposibles de identificar?
¿Esperan que entierre lo que
perdió su forma, lo que no tiene rostro ni identidad? ¿Dónde están sus señas
más amadas?
(En el basurero, los peritos hallaron "cenizas y restos óseos que
por las características que tienen corresponden a fragmentos de restos humanos".)
No lo creo. No me conformo. No
quiero que le pongan su nombre a un puñado de cenizas. No quiero que me
devuelvan los fragmentos de huesos diciendo que es mi muchacho, mi hermoso
joven, mi estudiante, mi futuro maestro rural. Eso no es su nariz, tampoco su frente despejada, no son sus manos
callosas que igual empuñaban un azadón que un lápiz. Eso no es el niño que se formó en mi vientre, el que nació de mis
entrañas, el maestro rebelde que quería cambiar el mundo desde el aula llevando
de la mano a los niños y niñas más pobres de México.
Mi hijo es un puñado de estrellas
que brillan en mi noche cuando cierro los ojos en este sindormir que empezó el
26 de septiembre.
A mi hijo se lo llevaron vivo. ¿Dónde está? ¿Dónde lo encuentro?
[i] México:
las últimas horas de los estudiantes desaparecidos en Iguala http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2014/11/141108_mexico_estudiantes_desaparecidos_ultimas_horas_jcps
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