Estar
de paso, siempre de paso,
tal
vez mañana, mañana o nunca.
El
tiempo falso de los relojes
no
cuenta el tiempo, cuenta la ausencia (…)
Miguel
Ángel Asturias
En mi interior hay movimientos
telúricos. Se mueven masas enormes de tristeza que me toman el cuerpo
causándome dolores intensos, inexplicables, hasta que veo el calendario. Es
marzo y, con la primavera que estalla en trinos y flores coloridas, los
recuerdos se desplazan del subconsciente y suben de nuevo hasta mis pesadillas.
El 26 de marzo se cumplieron
treinta años de haber abandonado mi país.
Salí y Guatemala no se cayó a
pedazos, como yo. Pero la vida siguió y lo que no me mató me hizo más fuerte.
Hace treinta años era joven. La
vida despuntaba en mi horizonte, creo que era valiente (hay una parte de mí que
no conoce nadie, ni yo misma, quizá eso fue lo que me hizo mantenerme de pie y
sobrevivir).
Sobreviví, ¿para qué? ¿Para
convertirme en una planta aparentemente insensible? ¿Para vivir a medias,
mutilada? Pues no. Dejé de ser y ahora soy nuevamente. Lejos, recuperé mi
esencia, me inventé esta otra vida que, como un vestido de retazos o un
rompecabezas de piezas que no encajan, hay días que no me queda bien. Me rehice
lejos de todo lo querido hasta entonces.
Y hoy tengo una vida en un país
hermoso, en paz. Hay un sol pálido colgado en mi ventana. Su luz de estrella
gigantesca traspasa las oscuras nubes y me ciega. El mundo se ilumina. Las
siluetas de los árboles, sus ramas y sus hojas, se dibujan con trazos delicados
contra el cielo ahora plateado, ahora dorado, como encajes.
El sol es un fantasma flotando
entre las nubes, humo gris que en otra época del año se desharía en lluvia.
¿Quién no ha visto la maravilla del Corazón del Cielo, esfera de oro derretido,
cuando se derrama sobre el horizonte?
Y, sin embargo, pienso en
Guatemala, mi amada tierra sembrada de osamentas sin nombre, semillas extrañas
de las que un día nacerá un bosque de justicia, y me convierto en lágrima, en
suspiro, en agua turbulenta teñida de sangre. Me desgarro. Mis entrañas se
abren para parir dolores inmensos como soles oscuros.
Salí de Guatemala pero ella ha
estado en mí cada segundo de los treinta años transcurridos desde el día que
crucé la frontera y me llevé a mí misma, destrozada, a suelo ajeno. Huí de un
país hundido en la muerte y el silencio en el que había llegado hasta el
límite. El paso siguiente era mi propio fin.
Siempre sueño con volver. Quisiera
estar allá en este momento en lugar de contemplar el perfil de unas montañas
que no son las que enmarcaron el horizonte de mi infancia. Quisiera no haber
salido nunca. Quisiera no sentir este nudo en la garganta cada vez que me fugo
a esa maravilla de azules y de verdes, cada vez que te sueño, Guatemala.
Aún estoy allí, nunca me he ido.
Sigo marcada por el fuego. Sigo viviendo en el futuro de un país por hacer, en
esa tierra viva, tan hermosa, tan buena.
(Sueño otra vez con Marco
Antonio. Mi hermano sigue desaparecido, mañana lo estará también y pasado
mañana y ojalá no sea así toda mi vida).
Letanías del Desterrado
Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
tener la tierra como posada,
contemplar cielos que no son nuestros,
vivir con gente que no es la nuestra,
cantar canciones que no son nuestras,
reír con risa que no es la nuestra,
estrechar manos que no son nuestras,
llorar con llanto que no es el nuestro,
tener amores que no son nuestros,
probar comida que no es la nuestra,
rezar a dioses que no son nuestros,
oír un nombre que no es el nuestro,
pensar en cosas que no son nuestras,
usar moneda que no es la nuestra,
sentir caminos que no son nuestros...
Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
tenerlo todo como prestado,
besar a niños que no son nuestros,
hacerse a fuego que no es el nuestro,
oír campanas que no son nuestras,
poner la cara que no es la nuestra,
llorar por muertos que no son nuestros,
vivir la vida que no es la nuestra,
jugar a juegos que no son nuestros,
dormir en cama que no es la nuestra,
subir a torres que no son nuestras,
leer noticias, menos las nuestras,
sufrir por todos y por lo nuestro,
oír que llueve con otra lluvia
y beber agua que no es la nuestra...
Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
no tener sombra, sino equipaje,
brindar en fiestas que no son nuestras
compartir lecho que no es el nuestro,
lecho y "pan nuestro" que no es
el nuestro,
contar historias que no son nuestras,
cambiar de casas que no son nuestras,
hacer trabajos que no son nuestros,
andar ciudades que no la nuestra
y en hospitales que no son nuestros
cura de males que tienen cura,
alivio al menos, que no del nuestro,
que sólo sana con el regreso...
Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
tal vez mañana, mañana o nunca..
El tiempo falso de los relojes
no cuenta el tiempo, cuenta la ausencia,
envejecerse cumpliendo años
que no son años sino descuentos
del almanaque que no es el nuestro,
morir en tierra que no es la nuestra,
oír que lloran sin ser los nuestros,
que otra bandera, que no es la nuestra,
cubre maderas que no son nuestras,
ataúd nuestro que no es el nuestro,
flores y cruces que no son nuestras,
dormir en tumba que no es la nuestra,
mezclarse a huesos que no son nuestros,
que al fin de cuentas, hombre sin patria
hombre sin nombre, hombre sin hombre...
Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
tener la tierra como posada,
tenerlo todo como prestado,
no tener sombra sino equipaje,
tal vez mañana, mañana o nunca...
Miguel Ángel Asturias
Lucky de mi alma, no sé que decirte, tu sabes describir tan magistralmente el dolor que provoca la expropiación del derecho a vivir y envejecer en la tierra que nos vio nacer, el derecho negado a disfrutar de los matilisguate, de las jacarandas, que si bien en México en mi caso, las hay, no me saben igual que en Guatemala. A seguir la búsqueda de nuestros hermanos ahí presentes, aunque ausentes pese a los dolores, también la primavera alegra nuestros sentidos, eso no pudieron quitárnoslo los enemigos de la vida. Estas son nuestras letanías.
ResponderEliminarTe abrazo, Marylena