La guerra psicológica
Un elemento fundamental de la guerra de baja intensidad en sus distintas
facetas fue la guerra psicológica. Esta corrió pareja con los actos represivos
gubernamentales que, en ciertos momentos y zonas geográficas del país –como la
capital-, adquirió un carácter selectivo mediante la utilización de métodos
terroristas, como las ejecuciones extrajudiciales y las desapariciones forzadas
de dirigentes y activistas destacados/as[i].
La guerra psicológica respondió a la urgencia de ganar a la población civil por medio de las llamadas operaciones
psicológicas, ya fuera por terror o por la disposición a legitimar los actos
represivos del poder, respecto de los cuales, estaban destinadas a imponer la
versión de los victimarios. Otros de sus objetivos fueron la inducción de culpa
sobre las propias víctimas y sus familias o comunidades, la inducción al
silencio, la inducción a considerar a los opositores/as como inadaptados/as
sociales. De esta forma, se imponía una lógica de "guerra preventiva",
dirigida a extirpar del cuerpo social a los posibles enemigos internos, que
también estaba destinada a atemorizar a potenciales opositores/as debido a que
estos hechos se instalaban en la conciencia social como una advertencia de lo
que le sucedía a quienes se atrevían a romper con los mandatos de obediencia y
sumisión al poder.
Las operaciones de guerra psicológica incluyeron campañas de desinformación
y de propaganda negra[ii], para
lo que contaron con la complicidad de los medios masivos. Como parte de la
manipulación de la población, los aparatos represivos estatales en Guatemala también
recurrieron a la difusión de listas de personas amenazadas de muerte, el
abandono de cadáveres en sitios públicos, irreconocibles por las mutilaciones,
o en cementerios clandestinos.
Por medio de la combinación de métodos brutales con las sutilezas de la
desinformación, en la conciencia social se fue perfilando al opositor/a como un
ser ajeno/a, extraño/a, loco/a, "extranjero/a", contra quien el
ejército "salvador" podía recurrir a las más despiadadas formas de
represión. Estas, que presuponen la negación de su condición humana, partían de
borrarle del imaginario como ser humano y como ciudadano/a con derechos.
De esta forma se concreta uno de los objetivos de la GBI, el de
deslegitimar a la oposición hasta convertirla en ineficaz, engarzando en esta
nueva concepción de la guerra la práctica de la desaparición forzada.
[i] Esta
es una diferencia respecto de la represión
masiva característica de la doctrina de seguridad nacional que no hacía
distinciones a la hora de elegir a las víctimas. Es evidente que en nuestro
país se recurrió a la combinación de ambas concepciones a la hora de planear y
ejecutar las acciones terroristas represivas.
[ii] La propaganda negra distorsionó el mensaje de
la oposición política y criminalizó a sus portadores/as.
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