sábado, 12 de noviembre de 2011

Un pasado que se ha hecho presente, pero ¿es que alguna vez se fue completamente?

La almohada es una piedra. La cama, un trozo de madera en donde no logro acomodarme. Otra vez, luna llena. Otra vez, el insomnio y la migraña. Otra vez, un militar será el presidente de Guatemala. Los pensamientos difíciles anidan en mi cerebro y su oscuro aleteo me recorre los huesos y me enfría la sangre. Siento una mezcla de impotencia y de furia, de frustración y de desesperanza ante lo sucedido en la segunda vuelta electoral guatemalteca para elegir a quien gobernará los próximos cuatro años. Entre el presunto violador de los derechos humanos y el presunto narco, el electorado optó por el primero. Es así como un general del que fuera señalado como el ejército más sanguinario del hemisferio será quien asuma el mando presidencial a partir del 14 de enero de 2012. Además de ex general, es un ex agente de la G2, la entidad de inteligencia militar responsable de la desaparición de mi hermano hace treinta años, de la que llegó a ser su director entre 1991 y 1993. A esto se le suman informes y testimonios en los que se le vincula con desapariciones forzadas y el genocidio de los pueblos indígenas.

Duele la afrenta y hiere la soberbia de quienes fueron capaces de ponerse por encima de la ley para imponer el proyecto económico y político de una minoría codiciosa, situándose más allá del bien del mal, inmunes al castigo y a la sanción social que merecen por sus crímenes. Pero no es solo eso. Estoy segura de que entre la gente de su partido hay gente honrada, de esa que solemos describir como que “no mataría ni una mosca”. Aún así, no tuvieron escrúpulos ni ética para escoger a un candidato sobre el que pesan acusaciones tan graves; tampoco las más de dos millones de personas que le favorecieron con su voto reflexionaron al respecto.

He ensayado muchas maneras de describir esto que siento con otras palabras distintas a la furia, como desazón, desasosiego, melancolía. Todas se quedan cortas para nombrar la afrenta que significa para mí, hermana de un niño desaparecido, ver elevarse hasta la presidencia de mi país a un hombre del que todo apunta a suponer que tiene sangre en las manos.Quienes esperan que nos olvidemos de ese pasado que se ha hecho presente con más fuerza desde el 6 de noviembre, hacen a un lado que ese horror se prolonga en la impunidad de los perpetradores de los crímenes de Estado.

Este hombre es un símbolo de todo lo malo que sucedió en mi vida en los años más duros de la historia reciente de Guatemala, de lo que mucho se ha dicho y escrito sin que haya calado en la mentalidad de la gente. Las cifras del horror son parte sustantiva de la noticia sobre su elección, junto con el vocablo genocida. ¿Cómo entender, primero, para luego explicar que esa sociedad vota por opciones de muerte y de violencia y a esa aberración se le llama democracia?

El próximo presidente de Guatemala evoca al torturador, al perseguidor, al arrasador de aldeas, al quemador de cosechas, al que condujo a las tropas e hizo de la violación sexual y el asesinato de niños, niñas, mujeres y gente mayor, armas de combate. Representa a quienes convirtieron en enemigos a muerte a los opositores políticos, a las mujeres revolucionarias, a las obreras y los sindicalistas, al campesinado, a los pueblos indígenas, a las maestras progresistas, a los escritores, las poetas, a los soñadores y a las idealistas, a cualquiera que pensara distinto y propusiera un cambio o demandara un derecho.

El próximo presidente de Guatemala es de los mismos que no dejaron piedra sobre piedra, que arrasaron la tierra y la vida de la gente, que recorrieron la patria cual viento huracanado, usando los recursos estatales, para matar, quemar, violar, torturar, desaparecer, mutilar, atormentar, aterrorizar, silenciar, perseguir, aislar, detener, disparar, en fin, ejecutando todas las acciones de muerte y destrucción imaginables. ¿Sus víctimas? Personas indefensas en su abrumadura mayoría.

El presidente electo proviene de las filas de los que sembraron la violencia sistemática, racional y planificadamente. Aún ahora seguimos cosechando sus frutos amargos, cargados de veneno, pero tenemos el corazón endurecido y veinte muertos diarios nos parecen bastantes, pero queremos más, porque no conocemos otra cosa. Será pues, mano dura para atacar efectos y no causas, serán los kaibiles con sus caras pintadas los que se enfrentarán a los narcos y zetas, de los que se dice que son cómplices o participantes directos de sus negocios criminales. En ese mundo absurdo, de violencia y de muerte, la homeopática receta, que se nos servirá con la cuchara grande, será más de lo mismo.

¿Cuánto dolor se puede soportar? ¿Por cuánto tiempo? Lo ignoro. Pero sí sé que me queda la palabra, me quedan los principios, la dignidad, la furia y el espíritu; me quedan los abrazos y el amor por mi hermano y por mi tierra. Todo eso me lleva a rebelarme contra lo que es injusto e inhumano, me debe hacer fuerte para resistir lo que se venga y no darme por vencida ante esta nueva afrenta.

Para superar este momento pesado como piedra, para soportar el renovado dolor que esto me causa, tengo que blindarme el corazón. Es eso lo que hecho. Cerrarme. Hundirme dentro de mí misma hasta llegar al epicentro de mis hecatombes. Transformarme en un agujero negro. Silenciarme. Comerme una a una mis palabras, letra por letra, sonido por sonido. Bañarme con la luz de las estrellas. Tensar el alma, como una flecha en su arco, cerbatanera agazapada en el camino del tiempo, ese que no se mide con calendarios ni relojes, tiempo cósmico en cuyos recodos les aguarda el castigo que merecen. Debo respirar hondo, afilarme los ojos, la mirada; cerrar cada poro de mi cuerpo para que no me roce el aleteo del miedo que recorre mi espalda. Debo dejar la mente en blanco y disponer cada partícula de mi ser para fortalecerme y verlos cara a cara, para escudriñar sus gestos, sus palabras, y asomarme al averno que adivino en sus almas.

Ahora ya no sé cómo voy a morir, tampoco cuándo. Dejé de suponerlo cuando me puse a salvo con mi niño para que la bala que llevaba mi nombre no me hallara. Pero sí sé cómo voy a vivir los años largos que, quizá, aún me queden.

Voy a vivir con alegría, pese a todo. Pese al duro pasado y al presente que no me da esperanzas de justicia ni de hallar a mi hermano. En estas circunstancias, cuando ellos quisieran saberme eterna e irremediablemente triste, escojo la alegría rebelde, subversiva, la que nace de adentro. La buscaré debajo de mi piel, en mis pensamientos y en mis sueños, en la música y en la naturaleza, en la gente que me rodea. La alimentaré con el verdor del bosque y frutas frescas, la adornaré con flores. Con ella, me tejeré un vestido de luz para desafiar a la oscuridad y la desesperanza. Para hacerla más fuerte todavía, buscaré motivos para reír a carcajadas en dosis cotidianas y me prometo disfrutar intensamente de todo lo bueno y lo bello de la vida.

Voy a vivir de pie, aunque tenga que juntar todas las fuerzas para que no se me doblen las rodillas, no por el peso del poder y del pasado, que me ha caído encima, sino por el de las innúmeras tragedias –la nuestra, las de todxs- que siguen calando muy hondo en nuestras almas.

Voy a vivir mirando hacia adelante, inventando un país donde quepamos todos, con pan y dignidad para toda la gente. (Por un agujerito diminuto, llamado “esperanza”, horadado en el muro de de lo imposible por el tiempo, la paciencia y la perseverancia, veo un mundo distinto). 

Voy a vivir con fidelidad a mis principios, oponiéndome visceral y racionalmente a la injusticia, protestando con todo mi ser contra ese estado de cosas en el que seguimos permitiendo que 18 niños y niñas mueran de hambre a diario en Guatemala. Me seguiré negando a admitir las imposiciones del autoritarismo que prevalece en todos los ámbitos de la vida pública y privada. Sobre todo, me seguiré oponiendo a la impunidad y seguiré buscando a Marco Antonio y exigiendo justicia para él, contribuyendo con mi esfuerzo para que esta sea posible para las víctimas del genocidio político y étnico ocurrido en nuestro país.

Soy memoria encarnada de hechos terribles, desquiciantes. Me prometo, también, continuar recordando en voz alta eso que no es pasado, porque sigue doliendo. Viviré, pues, los largos años que espero que aún me queden, tomando la palabra e intentando inscribir en la memoria colectiva todo aquello que sus perpetradores quisieran dejar en el olvido.

Recordar –volver a pasar por el corazón- en estas circunstancias no es patológico, como perversamente quieren hacernos creer los detentadores del poder, beneficiarios del silencio. No estoy loca. Tampoco es una imposición para las víctimas que han escogido otras opciones para sobrellevar lo sucedido. Es una decisión ética y política, es mi opción personal. Es darle voz a la verdad acallada por aquellos que perversamente impusieron el silencio para mantener la impunidad de los violadores de los derechos humanos. Es romper con un consenso que fortaleció su omnipotencia y los convirtió en señores de la vida y de la muerte.

Recordar cosas tristes, ya lo dije en otro artículo, es un ejercicio difícil, doloroso, pero ineludible, porque para mí es un compromiso de lealtad a la sangre derramada. Recordar en voz alta, por medio de la palabra escrita, me permite imaginar que paso la estafeta del recuerdo a las generaciones nuevas y pujantes. La memoria encarnada se transformará en memoria histórica y en un “nunca más” irreductible, cuando se convierta en un instrumento que haga posible no solamente conocer lo sucedido, sino también entenderlo y desmontar las lógicas de muerte, de miedo y de silencio. Cuando en nuestra cultura se imponga una nueva ética en la que la vida de todas las personas sea un bien protegido y respetado y la justicia ponga en su lugar a quienes atenten contra ella.

En todo esto estoy, para esto pido fuerzas.

7 comentarios:

  1. Y juntando fuerzas seguiremos caminando, como lo hemos hecho hasta ahora. Y en ese camino, que a pesar de todo recorremos en parte cantando y sonriendo, les llevamos a ellos en el corazón y en la mente, en las luchas que no caducan, que no se rinden. Gracias por enviarnos tu fuerza y tu mensaje, que a muchos mucho nos ayuda a continuar rebeldes.

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  2. Porque en la lucha por la vida el descanso es impensable, el silencio es un a afrenta y la verdad nuestra consigna. Por los que no esta por los que vendrán; No podemos callar ni podemos claudicar ante el pasado presente que es mismo que hizo germinar nuestra rebeldía.

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  3. Mi entrañable Lucky, tu reflexión me parte el alma porque a vos como a mí nos atraviesa la misma historia de ignominia, esa verdad que miles no quieren creer ó que piensan que nuestros amigos, familiares se lo tenían merecido, aunque la víctima haya sido un niño de 14 años como es tu entrañable hermano.
    Te confieso no sé si los odio, pero sí sé que fui testiga al ver tanto cadáver masacrado en las morgues que visité, pidiéndole a ese Dios que nos enseñaron que existe que me ayudará a encontrarlo aunque fuera muerto, pero nunca me escucho, porque al igual que tu hermano el mío también sigue desaparecido después de casi 30 años.
    Hoy varios comentaristas en los medios de comunicación le rinden pleitesía a un genocida que gano las elecciones presidenciales este criminal, aprendió muy bien las tácticas de aniquilar al enemigo, a todo aquel que pensaba, al que soñaba, aprendió a robar cadáveres, a matar la inteligencia, y creo que lo logró, porque solo un pueblo ignorante puede votar por un verdugo.
    Cuando leí las palabras de Carlos Figueroa en el homenaje a sus padres, me dije, si es verdad, el enemigo es social, pero hay Lucky, aquí los enemigos de la vida, los conocemos, tienen nombre y apellido y están de vuelta eso es profundamente indignante.
    Como lo dije cuando Emil cumplió 25 años de haber sido detenido desaparecido, el cielo no siempre es gris, vuelva a salir el sol tarde que temprano, volvemos a reír, la vida continúa nos guste o no, en ese continuo no dejaremos de soñar y trabajar por un mundo diferente, no solo con una Guatemala distinta, nuestras aspiraciones han crecido, hemos aprendido a sentir las injusticias en cualquier parte del mundo que se den y en eso radica nuestro trabajo diario, luchar porque NUNCA MÁS EXISTA UN DESAPARECIDO sobre la faz de la tierra. No podemos dejar de señalar que los genocidas en la tierra que nos vio nacer siguen ahí, y debemos lograr que la ley los alcance, ojalá la vida nos dé chance para ver eso.

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  4. Querida Lucky, vas a tener fuerza porque tu morral se llenará de la luz y la energía que solo la lucha inquebrantable consigue acumular. Vas a tener fuerza porque no estás sola, porque somos más, hombres y mujeres que estamos firmes y hemos decidido no callar ni aceptar el silencio. No estás sola, estamos nosotros y nosotras, están con voz esos miles de hombres y mujeres de la zona Ixil, del ixcán, del Quiché Rebelde, de Huehue, y de tantos y tantos pueblos que dijeron NO al imperio de la muerte y de la impunidad. Sí, ese no quedó al margen por el peso del racismo y del egoismo capitalino, pero no será para siempre. Estamos a prueba y nuestra memoria la logrará superar. Por eso vas a tener fuerza y vamos a acompañarte con luces y con flores.

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  5. Mi querida Lucky, me has conmovido profundamente como siempre. Te admiro y quiero más que nunca porque tu claridad y fortaleza. Es dolorosa esta realidad y se queda una perpleja de la poca memoria e insensibilidad de un pueblo que "democráticamente" elije a un asesino genocida como presidente. Sin embargo, tengo la certeza que al final caerán irremediablemente. Estoy con vos ahora y celebraremos cuando esto suceda, es cuestión de tiempo.

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  6. De Juanca, que no sé porqué no se ve lo que él subió:

    Con una mano enjugamos las lágrimas y con la otra, empuñamos de nuevo el fusil y la consigna.... Hermana(s), compañera(s), guatemaltec@s dign@s tod@s.... Por Marco Antonio, por Estuardo, Rudy, Ileana, Paty, Lionel y tantos tantos hombres y mujeres maravillosos, que con sus vidas abonaron el futuro.... aunque este siga siendo aún inalcanzable.... no haré mención de los cobardes, los asesinos, los chafarotes, orejas y judiciales... así de a montón... porque ni todos juntos podrían hacer la hombría ni la valentía de tan solo uno o una de estos nuestros amados seres.... estoy contigo en este llanto, pero más en esta rabia y coraje.... Llegará el día....

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  7. Gracias a tod@s por sus palabras. Compartimos un mundo por construir, con justicia, pan y dignidad.

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