Yo, que sigo soñando con una Guatemala distinta, si tuviera que votar el domingo no lo haría jamás por ninguno de los candidatos punteros en las encuestas: machos, ladinos, pudientes, hispanohablantes, con agravantes del calibre de vínculos con el narcotráfico, la inteligencia militar o, de plano, ser chafa con sangre en las manos.
Sin opciones potencialmente ganadoras, me quedaría con los míos: las y los perdedores de siempre en nuestro país. Además, haría de ese acto privado (por aquello de que el voto es secreto y te tenés que meter en una especie de confesionario para ejercer tu sagrado derecho a poner una X en una papeleta) una transgresión de lo que históricamente ha sido perseguido, asesinado, torturado, excluido y discriminado en Guatemala. Votaría por Rigoberta Menchú.
Más allá de lo discutible que sea su figura en un país que destruye literal y simbólicamente todo lo distinto, matándolo, asimilándolo, refuncionalizándolo, relegándolo, discriminándolo, ella sigue ocupando un lugar simbólico en el imaginario latinoamericano como representativa de las luchas y derechos de los pueblos indígenas.
Con mi voto, Rigoberta Menchú no llegaría a la presidencia, pero para mí sería un acto de reafirmación de una línea revolucionaria de pensamiento y actuación; una pequeña muestra de que creo que nuestro país es multicultural y pluriétnico y que repudio el racismo, la discriminación y la misoginia; expresaría con ese ínfimo gesto, mi desacuerdo con el permanente despojo de los pueblos indígenas guatemaltecos; y, por supuesto, mi rechazo absoluto a las demás candidaturas.
Ojalá el candidato patriota no gane en primera vuelta, porque a la segunda iría a anular mi voto o me abstendría, de modo que sea el que asuma la presidencia con la menor cantidad posible de votos. Talvez así siente que no tiene la legitimidad suficiente para barrer con todo lo apreciable que se ha construido en estos últimos años.
Digo esto último, pensando en algo que me dijo mi hijo mayor hace unos días cuando hablábamos de cómo candidatos, como el patriota o el eferregista -que ha obtenido altos números en las votaciones en Quiché, por ejemplo- encuentran apoyo en poblaciones victimizadas por la violencia permanente e histórica, la estructural (que mata de hambre), la sangrienta y criminal (que mata a balazos), la del despojo (aniquiladora de la diversidad): "Es como si los judíos votaran por Hitler".
Digo esto último, pensando en algo que me dijo mi hijo mayor hace unos días cuando hablábamos de cómo candidatos, como el patriota o el eferregista -que ha obtenido altos números en las votaciones en Quiché, por ejemplo- encuentran apoyo en poblaciones victimizadas por la violencia permanente e histórica, la estructural (que mata de hambre), la sangrienta y criminal (que mata a balazos), la del despojo (aniquiladora de la diversidad): "Es como si los judíos votaran por Hitler".
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