Es otra vez septiembre, el de las
tardes grises y húmedas, el de los cielos cayéndose a torrentes, el que me
anunció el fin de mi mundo.
Hace 33 años, en septiembre de
1981, aún no lo sabía. Usted estaba vivo y libre, con nosotros. Pese a los
malos sueños, los presagios oscuros, nunca pensé que treinta días después sería
detenido ilegalmente y desaparecido hasta hoy, no para siempre, porque espero
encontrarlo.
¿Quiénes lo hicieron? Lo sé y no
lo sé. No conozco a los de su calaña. Entonces, con veintipocos años, aún no
conocía el mal extremo, ese que se encarnó en un puñado de hombres que fueron
capaces de lo inimaginable: llevárselo a usted, nuestro niño, y desaparecerlo
hasta el día de hoy.
No pude preverlo y mucho menos
evitarlo. No pude protegerlo.
Tengo 33 años de vivir con la
culpa, aunque no fue mi culpa.
¿Cómo podía saber que nos
perseguían los peores criminales de este lado del mundo?
Fue imposible verlos venir,
golpear la puerta, entrar violentamente, arrastrar a mi madre con un arma
encajada en su sien mientras usted permanecía engrilletado y amordazado, para
luego llevárselo y matarlo en algún momento de estos 33 años que empezaron
entonces, para no regresar jamás a su casa, a su vida, a su familia…
Durante todos estos años me ha
atormentado imaginar su angustia y el miedo que sintió cuando solo era un niño forzado
a sufrir lo que no debe pasarle a ningún ser humano.
Este es el trigésimo tercer
septiembre que me muero de rabia, que me dejo invadir por la tristeza, que no
lucho contra el pasado que me atrapa, que desciendo al infierno.
Cada septiembre me pesa el alma,
me agobia el tiempo transcurrido, me envenenan la maldición de su muerte sin
muerte y el cinismo y la impunidad de los criminales, me destroza saber que lo
que dejaron de usted sigue tirado en cualquier parte como si se tratara de
basura.
Pero también es el trigésimo
tercer septiembre que me juro a mí misma que continuaré buscándolo, mi hermano,
que seguiré insistiendo tercamente en que se le haga justicia. No voy a
desistir.
Desde hace 33 años, esto es lo
que me habita.
Abrazos a él, y a todos los niños y niñas que los infames se llevaron. Esos que hoy se sacan los ojos entre ellos. Te abrazo a vos con el cariño de siempre y mi admiración profunda.
ResponderEliminarAbrazos, Marylena. Gracias por tus palabras.
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