miércoles, 19 de febrero de 2014

Carta abierta a Claudia Paz y Paz



19 de febrero de 2014

Doctora
Claudia Paz y Paz
Fiscal General de Guatemala
Su despacho

Estimada doctora Paz y Paz:

Empiezo esta misiva con la esperanza de que llegue a sus manos, acongojada por lo que está sucediendo. Soy la hermana de Marco Antonio Molina Theissen, un niño desaparecido por la G2 del ejército guatemalteco el 6 de octubre de 1981. Con los ojos abiertos y los pies puestos sobre la tierra, he soñado con la justicia por largos 32 años por lo que es muy duro para mí y para mi familia, especialmente para mi madre, saber que pronto será removida ilegalmente de su puesto.

La decisión de la CC de otorgar un amparo provisional para terminar anticipadamente su mandato es un agravio que se suma a la larga lista de ofensas a las que históricamente se nos ha sometido. Así, nuestro país, el de los hermosos paisajes y las eternas injusticias, se muestra nuevamente ante el mundo como el juguete de las élites y de los criminales. Dada la eficacia de su trabajo, son los que tienen cuentas pendientes con la justicia los que temen que usted siga siendo la jefa del Ministerio Público.

La resolución no solamente es ilegal, es doblemente injusta; primero, por recortar tramposamente su gestión en lugar de reconocer su buena labor rechazando los amparos abusivos del abogado del CACIF; y, segundo, por vedarnos el acceso a la justicia al cercenar el proceso de profesionalización del Ministerio Público que usted impulsó con firmeza. Esta doble injusticia, una más entre las abismales iniquidades que históricamente han padecido las mayorías excluidas y discriminadas en Guatemala, dinamita las bases del endeble Estado de Derecho que usted intentó fortalecer.

En ese esfuerzo, usted demostró con creces su valentía al hacer a un lado el mandato de olvido y perdón impuesto sobre las responsabilidades de los violadores a los derechos humanos y resistir las reiteradas amenazas y el hostigamiento de sus oponentes. Todo ello se conjugó con su sensibilidad para escuchar el clamor de las mujeres y hombres ixiles y las familias de algunas personas desaparecidas a quienes respondió con justeza. Por primera vez en nuestra historia, el Ministerio Público cumplió con la ley y las obligaciones internacionales de derechos humanos del Estado al llevar a juicio a Ríos Montt y a otros altos jefes militares implicados en el genocidio y la desaparición forzada. Eso hizo que la impunidad se tambaleara, un régimen erigido sobre un entramado de complicidades que favorece a los criminales de ahora y a los perpetradores de los crímenes de lesa humanidad. Eso es lo que le cobran.

La miro, Claudia, y es una mujer como yo, como cualquiera otra, sencilla, sin pretensiones. Por su voz y sus modales suaves es difícil adivinar que es una de las seis mujeres que están cambiando el mundo, como lo declaró la revista Forbes, ni que fue candidata al Nobel de la Paz o que recibió el reconocimiento del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Por eso, no acepto que la echen de un cargo al que le confirió lustre y dignidad al ser una profesional preparada, inteligente, capaz, íntegra, honesta, una persona invaluable y comprometida, que logró avances inauditos en un contexto en el que el poder es detentado por sectores que se consideran a sí mismos superiores a las leyes. 

Usted le puso rostro a mi esperanza de justicia para Marco Antonio; nunca antes sentí tan cercana esa posibilidad ni tan realizable nuestra necesidad de encontrar sus restos y sepultarlo dignamente. Si es sustituida por alguien que no tenga su entereza ni su ética, esos anhelos regresarán al territorio de los sueños imposibles. Ya con esa resolución espuria, el país retrocede a una situación en la que los poderes fácticos seguirán imponiéndose por encima de las leyes y la voluntad de la mayoría.

Mi mamá, que lamenta lo sucedido tanto o más que yo, me dice que no llore, pero estoy segura de que ella ha llorado de frustración y de tristeza, a escondidas –como yo- como si fuera una vergüenza hacerlo, porque sentimos que Guatemala se hunde otra vez en un pantano. Ella me pide que sea paciente, que ya sabemos cómo es nuestro país, que la gente sigue aterrorizada, que no quiere saber nada ni decir lo que piensa, aunque esté de su lado calladamente y simpatice con nuestra protesta y nuestra lucha. El miedo está en nuestro ADN, se transmite de generación en generación; el terror, tan naturalizado como el aire que respiramos, paraliza, silencia, hace posible que persistan estas y todas las injusticias, nos somete. La cosa sin duda es más compleja, pero en una llamada telefónica en la que comentamos lo que pasa, no hay tiempo para detenerse en otras consideraciones que ya han hecho sesudos/as analistas.

Gracias por su trabajo y por su compromiso, doctora Paz y Paz, gracias por su valentía y decisión al enfrentarse a 500 años de iniquidad, gracias por la esperanza. Sin los jueces y juezas honestos, sin usted y sus colaboradores/as, no hubiera nacido jamás esa flor hermosa que vimos en todo su esplendor durante los días del juicio por genocidio. Tristemente, la justicia solo fue flor de un día en el país de la eterna impunidad.

Ante lo sucedido, le manifiesto mi solidaridad por esta inmerecida decisión, incongruente totalmente con la eficacia que ha mostrado al frente del MP, tomando en cuenta el contexto y los obstáculos que seguramente debe superar a diario con su equipo. Gracias por su coherencia ética, es una muestra de que, pese a la política sistemática y masiva de persecución y aniquilamiento de la gente respetable, honorable y pensante, en Guatemala aún subsiste la decencia y hay reservas morales para sacar al país de este ciclo de ignominia en que ha estado sumido desde hace décadas. Gracias por demostrarle al mundo entero que en nuestro país hay dignidad.

No se imagina con cuánta tristeza he escrito estas líneas, con el recuerdo y el nombre de mi hermano pesando en mi corazón.

Sumo estas palabras a las de quienes se han pronunciado desde la prensa y las organizaciones de derechos humanos y hago pública mi protesta por su salida prematura del cargo que honró con su trabajo. Le prometo continuar nuestra larga marcha. Lo que me sobra es paciencia y, sin olvidar ni perdonar, seguiré demandando justicia para mi hermano Marco Antonio y para las víctimas del genocidio, la tortura y la desaparición forzada en nuestro país.

Finalmente, estoy segura de que a dónde vaya le irá bien y seguirá contribuyendo con la causa de la justicia.

Respetuosamente,
Lucrecia Molina Theissen

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