6 de octubre de 2016
35 aniversario de la
desaparición forzada de
Marco Antonio Molina
Theissen
#JusticiaParaMarcoAntonio
Probablemente no sabremos cuántas
personas y entidades religiosas se unieron a la jornada de oración del 6 de
octubre ni cuántos tuits hicieron tendencia la etiqueta #EstásMarcoAntonio, una
iniciativa de un grupo de mujeres. También hubo quienes han reporteado desde
los tribunales, escrito poemas y artículos hermosos o nos dan “me gusta” en
nuestras publicaciones. Muchas nos abrazaron, virtual o personalmente,
sintiendo con nosotras y nuestras familias el dolor de esa fecha. Otras acudieron
al acto de entrega del informe sobre la situación de la infancia, dedicado a
Marco Antonio por la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala;
en esta ocasión, nuestra madre recibió un reconocimiento por su lucha, gestos
que valoramos y agradecemos a las autoridades eclesiásticas y al Director y
personal de la ODHAG. Asimismo, además de la prensa alternativa solidaria
siempre, en los medios masivos se difundieron noticias de la audiencia efectuada
ese día en el que, desde hace 35 años, revivimos el instante terrible en el que
truncaron injustamente la vida de nuestro niño.
Es de esperarse que a partir de
estas acciones, la sociedad guatemalteca haya sido recorrida de arriba abajo
por la verdad que se ha venido abriendo paso de la mano del proceso judicial
emprendido el 6 de enero de este año sobre la desaparición forzada de Marco
Antonio y la detención ilegal, torturas y violación de Emma en un cuartel
militar donde la mantuvieron cautiva durante nueve días. 35 años después de que
la vida de nuestro niño fuera brutalmente interrumpida y a 18 de haberse
presentado la demanda ante el Juzgado Quinto de lo Penal, también se inscribe
socialmente una verdad más grande, histórica, silenciada a punta de terror y de
balazos: en Guatemala se desapareció a decenas de miles de personas, incluyendo
a cinco mil niños y niñas.
Esta fue una acción racional
extremadamente violenta, una empresa criminal conjunta planificada y organizada
por terroristas que detentaron el poder, que conjugó voluntades, recursos
públicos e instituciones estatales para aniquilar a quienes, en su criterio,
fueran identificadas como el enemigo, una definición tan amplia que incluyó a
familias completas. Fue una época oscurecida por el miedo, la persecución y
eliminación de todas las personas que pensaron y actuaron fuera del estrecho
margen de lo autorizado, un rígido marco en el que quisieron aprisionar los
sueños e ideales, desteñir las banderas y reducirnos a obedientes, sumisos y
callados esclavos.
Paralelamente a la perpetración
de crímenes de lesa humanidad y gravísimas violaciones a los derechos humanos de
forma sistemática, institucionalizada y masiva, como parte de la guerra
psicológica le dieron a sus acciones el carácter de necesarias, patrióticas, y
a sus perpetradores la condición de héroes. Esto, aunado al terror y la
paralización de la institucionalidad, trastocó el papel de la administración de
justicia convirtiéndola en un sistema de garantía de su impunidad y, entre
otros factores, naturalizó e instaló la violencia como un componente esencial
de las relaciones sociales y el ejercicio de poder.
Para recuperar y fortalecer el
sentido humano de la vida en sociedad, que no es otro que el apoyo y protección
mutuas, e iniciar con firmeza la construcción de un país que ponga en el centro
el respeto a la vida y los derechos de todas las personas, sin discriminaciones
ni exclusiones, es imperativa la justicia independiente e imparcial, dirigida a
propiciar procesos sociales y políticos de resolución de conflictos y dar a
cada quien lo que le corresponde con respeto a sus derechos, en igualdad y con
apego a la ley. Estos objetivos son impulsados dificultosamente por el MP y la
CICIG, jueces y juezas decentes, organizaciones de derechos humanos y, en el
juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad, las víctimas que alzamos nuestra
demanda desde la dignidad y el amor a los nuestros y a Guatemala.
¡Gracias! Mientras no se invente
otra palabra, tendremos que repetirla sin aburrimiento ni cansancio,
intensamente, con absoluta convicción, volcando en sus siete letras tanto amor
y solidaridad como los que hemos recibido durante meses, especialmente el 6 de
octubre, el primero vivido con esperanza en todos estos años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario