Artículo 3. Toda mujer tiene derecho a una vida libre de violencia,
tanto en el ámbito público como en el privado.
Las que resistieron
el cautiverio, las torturas, los interrogatorios, los ataques sexuales cuando
convirtieron sus cuerpos en territorio dominado. Las que aguantaron hambre y
sed durante días y días con sus noches y no les importó, porque estar en manos
de ellos, los militares y los agentes de la G2, era como si ya estuvieran
muertas.
Por cada Alaide, Myrna, Rogelia, Marlene, Yolanda, Irma, María,
E. Guadalupe, Menchi, Marilú, Auri, Magaly, Betza, Aracely, Glenda, Rosaura, Cándida, Rosa María, Marilyn, Angela, Lucrecia, por
cada mujer o niña que fueron hechas prisioneras, desaparecidas o asesinadas cuyos
nombres conozco, hubo miles de perseguidas, acosadas, violentadas por el poder
que les quitó la libertad, la vida, la tierra o, en el menor de los males, el
derecho a vivir en su país. Aquellas que llevaban la vida en su vientre o que
fueron forzadas a dejar a sus hijos/as, con la mirada cargada de futuro
vislumbraron un mundo diferente y quisieron construirlo con sus manos.
Las que no hablaron.
Las que jugaron el perverso juego de los torturadores sacándoles ventaja, porque
no confesaron jamás dónde estaban los libros, los programas de lucha, los
planes de trabajo. No delataron a nadie. Sellaron sus labios y su suerte y
conocieron lo peor de los seres humanos en los incontables días de horrible
cautiverio. Y las que hablaron porque no soportaron la tortura. No sé qué es
estar allí, por eso no las juzgo.
Amordazadas, cegadas con una asquerosa venda,
engrilletadas, sin comer ni beber, golpeadas, violadas por bestias con
apariencia humana tantas veces que perdieron la cuenta. Son la verdad que sigue
aprisionada en el cuartel para resguardo de la impunidad de los criminales
terroristas de Estado.
¿En qué pensaban?
¿Qué sentían? ¿Cómo pudieron resistir, no darse por vencidas, cuando les
trituraban el cuerpo y el espíritu? A lo mejor sus almas escaparon de sus
cuerpos doloridos y salieron del cuartel a buscar el agua, el alimento, el
sueño y la vida que les eran negados por hombres perversos e infinitamente
crueles.
Cierra los ojos. Sueña con flores, flores, flores… de
todas las formas y todos los matices. En la lejanía, árboles altos movidos por
el viento, habitados por pájaros de variados plumajes, cantando en cada
madrugada de cada uno de los miles de días que le quedaban por vivir.
Sabían dónde estaban,
dónde y cuándo las habían detenido y quiénes lo habían hecho. Sabían en qué
manos había caído, manos llenas de sangre de los torturadores, los desaparecedores,
los asesinos, los señores de la muerte, el miedo y el dolor. Hasta ese inframundo
sin leyes y sin dios, nuestro abrazo no podía alcanzarlas.
La que bebió el agua apenas necesaria para apagar la
brasa de la sed y mantener la llama de la vida, sueña con cristalinas fuentes
de agua fría que le ahogan la sed, ríos enormes, caudalosos, o arroyuelos
discurriendo tranquilos, susurrantes, agua cayendo desde grandes alturas
repartiendo la vida a sus verdes orillas.
Afuera, nuestra
verdad estaba hecha de preguntas, incertidumbre y miedo. Una verdad basada en
las pesadillas recurrentes de gente que desaparecía y se perdía para siempre en
un infinito laberinto de oscuridad y de dolores.
Por cada mujer o niña desaparecida o asesinada, aún hay
madres, abuelas, hermanas, amigas, familias enteras, en cuyas vidas se
prolongan el sufrimiento y el inconcluso duelo, una forma de tortura
psicológica.
Incansablemente buscamos
su rastro, preguntamos, recorrimos los lugares por los que solían transitar.
Cada día escudriñábamos las páginas de los diarios con temor de encontrarnos
con la fatal noticia de sus cuerpos abandonados en cualquier parte como si
fueran cualquier cosa.
Se fugaron con la luna que emergió tímida, atrás del horizonte.
Con ella, se fueron a lo más alto envueltas en nubes que opacan su resplandor.
Sienten la noche cálida mientras caminan, libres bajo los altos árboles mirando
las estrellas. Estarán vivas mientras digamos sus nombres en voz alta y recordemos
sus vidas, mientras continuemos demandando justicia.
Sin justicia para
las víctimas del terrorismo de Estado, no habrá paz en nuestro país. La
violencia en contra de las mujeres se prolonga hasta el día de hoy; tristemente,
solo en lo que corresponde al femicidio, Guatemala
ocupa el segundo lugar en cantidad de mujeres asesinadas en una lista de 44
países.
“Con una tasa anual de 93
asesinatos de mujeres por cada millón de habitantes, Guatemala es el segundo
país, después de El Salvador, donde se registran más femicidios, según un
estudio de la ONU.”
¡¡¡Presentes!!!
ResponderEliminarMarilyn Sosa Castillo
Berta Laura Coronado
Rosa María Castillo
Las tres primeras mujeres representantes ante el Consejo Superior Universitario:
Cándida Rosa del Valle, de Ciencias Económicas
Alma Libia Samayoa, Odontologia (las dos de FRENTE) Nilda Sierra, Medicina (FERG)
¡Gracias Lucky! por este recuerdo de mujer a mujeres, que suelen, como bien decís, ser olvidadas. Todas y cada una viven en nuestro recuerdo y en el ejemplo digno de lucha que dieron y por el que ofrendaron su vida que les fue arrebatada brutalmente.
EliminarGracias, por recordar a estas mujeres, entre ellas mi mamá, la cual perdí cuando tenia 9 años. En mi familia la recordamos con cariño, amor, tristeza y dolor.
EliminarGracias por tu comentario, Luisa María. ¿Sos hija de Alma Libia?
EliminarSi es así, te conocì fugazmente en 1983, estuve en tu casa haciendo tamales en diciembre con tu mamá. Guardo de ella un recuerdo muy especial. Abrazos.
Querida Lucky, si bien es cierto no llegó nuestro abrazo a la sala de tortura, al cuarto oscuro sin aire solo con olor fétido, estoy segura que ellas y a ellos sintieron nuestro amor en el alma, ese que se le tiene a la compañera, al amigo, al hermano etc. Creo que no debemos hacer distinción entre las que hablaron y las que no, como bien decís no tenemos idea que es estar en la antesala de la muerte donde los hombres sin honor se mancharon para la eternidad no solo el cuerpo sino el alma de sangre valerosa e infinitamente noble que luchó por el bien de su especie, todo lo contrario a ellos. Te abrazo con el corazón y gracias por traerlas de vuelta una y otra vez. Marylena Bustamante.
ResponderEliminar