sábado, 24 de noviembre de 2012

Las olvidadas




Artículo 3. Toda mujer tiene derecho a una vida libre de violencia, 

tanto en el ámbito público como en el privado. 



Las que resistieron el cautiverio, las torturas, los interrogatorios, los ataques sexuales cuando convirtieron sus cuerpos en territorio dominado. Las que aguantaron hambre y sed durante días y días con sus noches y no les importó, porque estar en manos de ellos, los militares y los agentes de la G2, era como si ya estuvieran muertas. 

Por cada Alaide, Myrna, Rogelia, Marlene, Yolanda, Irma, María, E. Guadalupe, Menchi, Marilú, Auri, Magaly, Betza, Aracely, Glenda, Rosaura, Cándida, Rosa María, Marilyn, Angela, Lucrecia, por cada mujer o niña que fueron hechas prisioneras, desaparecidas o asesinadas cuyos nombres conozco, hubo miles de perseguidas, acosadas, violentadas por el poder que les quitó la libertad, la vida, la tierra o, en el menor de los males, el derecho a vivir en su país. Aquellas que llevaban la vida en su vientre o que fueron forzadas a dejar a sus hijos/as, con la mirada cargada de futuro vislumbraron un mundo diferente y quisieron construirlo con sus manos.

Las que no hablaron. Las que jugaron el perverso juego de los torturadores sacándoles ventaja, porque no confesaron jamás dónde estaban los libros, los programas de lucha, los planes de trabajo. No delataron a nadie. Sellaron sus labios y su suerte y conocieron lo peor de los seres humanos en los incontables días de horrible cautiverio. Y las que hablaron porque no soportaron la tortura. No sé qué es estar allí, por eso no las juzgo.

Amordazadas, cegadas con una asquerosa venda, engrilletadas, sin comer ni beber, golpeadas, violadas por bestias con apariencia humana tantas veces que perdieron la cuenta. Son la verdad que sigue aprisionada en el cuartel para resguardo de la impunidad de los criminales terroristas de Estado. 

¿En qué pensaban? ¿Qué sentían? ¿Cómo pudieron resistir, no darse por vencidas, cuando les trituraban el cuerpo y el espíritu? A lo mejor sus almas escaparon de sus cuerpos doloridos y salieron del cuartel a buscar el agua, el alimento, el sueño y la vida que les eran negados por hombres perversos e infinitamente crueles.

Cierra los ojos. Sueña con flores, flores, flores… de todas las formas y todos los matices. En la lejanía, árboles altos movidos por el viento, habitados por pájaros de variados plumajes, cantando en cada madrugada de cada uno de los miles de días que le quedaban por vivir.

Sabían dónde estaban, dónde y cuándo las habían detenido y quiénes lo habían hecho. Sabían en qué manos había caído, manos llenas de sangre de los torturadores, los desaparecedores, los asesinos, los señores de la muerte, el miedo y el dolor. Hasta ese inframundo sin leyes y sin dios, nuestro abrazo no podía alcanzarlas.

La que bebió el agua apenas necesaria para apagar la brasa de la sed y mantener la llama de la vida, sueña con cristalinas fuentes de agua fría que le ahogan la sed, ríos enormes, caudalosos, o arroyuelos discurriendo tranquilos, susurrantes, agua cayendo desde grandes alturas repartiendo la vida a sus verdes orillas.

Afuera, nuestra verdad estaba hecha de preguntas, incertidumbre y miedo. Una verdad basada en las pesadillas recurrentes de gente que desaparecía y se perdía para siempre en un infinito laberinto de oscuridad y de dolores. 

Por cada mujer o niña desaparecida o asesinada, aún hay madres, abuelas, hermanas, amigas, familias enteras, en cuyas vidas se prolongan el sufrimiento y el inconcluso duelo, una forma de tortura psicológica.

Incansablemente buscamos su rastro, preguntamos, recorrimos los lugares por los que solían transitar. Cada día escudriñábamos las páginas de los diarios con temor de encontrarnos con la fatal noticia de sus cuerpos abandonados en cualquier parte como si fueran cualquier cosa. 

Se fugaron con la luna que emergió tímida, atrás del horizonte. Con ella, se fueron a lo más alto envueltas en nubes que opacan su resplandor. Sienten la noche cálida mientras caminan, libres bajo los altos árboles mirando las estrellas. Estarán vivas mientras digamos sus nombres en voz alta y recordemos sus vidas, mientras continuemos demandando justicia.

Sin justicia para las víctimas del terrorismo de Estado, no habrá paz en nuestro país. La violencia en contra de las mujeres se prolonga hasta el día de hoy; tristemente, solo en lo que corresponde al femicidio, Guatemala ocupa el segundo lugar en cantidad de mujeres asesinadas en una lista de 44 países.

“Con una tasa anual de 93 asesinatos de mujeres por cada millón de habitantes, Guatemala es el segundo país, después de El Salvador, donde se registran más femicidios, según un estudio de la ONU.”

5 comentarios:

  1. ¡¡¡Presentes!!!
    Marilyn Sosa Castillo
    Berta Laura Coronado
    Rosa María Castillo
    Las tres primeras mujeres representantes ante el Consejo Superior Universitario:
    Cándida Rosa del Valle, de Ciencias Económicas
    Alma Libia Samayoa, Odontologia (las dos de FRENTE) Nilda Sierra, Medicina (FERG)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Gracias Lucky! por este recuerdo de mujer a mujeres, que suelen, como bien decís, ser olvidadas. Todas y cada una viven en nuestro recuerdo y en el ejemplo digno de lucha que dieron y por el que ofrendaron su vida que les fue arrebatada brutalmente.

      Eliminar
    2. Gracias, por recordar a estas mujeres, entre ellas mi mamá, la cual perdí cuando tenia 9 años. En mi familia la recordamos con cariño, amor, tristeza y dolor.

      Eliminar
    3. Gracias por tu comentario, Luisa María. ¿Sos hija de Alma Libia?
      Si es así, te conocì fugazmente en 1983, estuve en tu casa haciendo tamales en diciembre con tu mamá. Guardo de ella un recuerdo muy especial. Abrazos.

      Eliminar
  2. Querida Lucky, si bien es cierto no llegó nuestro abrazo a la sala de tortura, al cuarto oscuro sin aire solo con olor fétido, estoy segura que ellas y a ellos sintieron nuestro amor en el alma, ese que se le tiene a la compañera, al amigo, al hermano etc. Creo que no debemos hacer distinción entre las que hablaron y las que no, como bien decís no tenemos idea que es estar en la antesala de la muerte donde los hombres sin honor se mancharon para la eternidad no solo el cuerpo sino el alma de sangre valerosa e infinitamente noble que luchó por el bien de su especie, todo lo contrario a ellos. Te abrazo con el corazón y gracias por traerlas de vuelta una y otra vez. Marylena Bustamante.

    ResponderEliminar