Él estará en mi corazón por siempre… aún después de mi muerte.
Con mis hijas, en las afueras de la Torre de Tribunales, esperando que se iniciara la audiencia
del 19 de abril de 2016, suspendida por el recurso de uno de los acusados.
Tampoco olvidaré
cómo los efectivos del ejército me lo arrancaron de los brazos y lo
desaparecieron aquel mediodía del 6 de octubre de 1981. Me tortura no haber
podido hacer nada por protegerlo en ese momento ni rescatarlo después.
Nunca he
podido entender cómo puede haber personas capaces de causar tanto sufrimiento a
un niño de tan solo 14 años. Mi hijo estaba en la alborada de su vida, era una
promesa para mí, para mi familia, para Guatemala. No logro imaginar que quienes se lo llevaron
de mi casa y de mi vida, después llegaran a abrazar y besar a sus hijos o hijas
sin sentirse empequeñecidos por haber cometido un crimen tan cruel y tan
perverso.
Todos estos años
he llorado sin consuelo por el daño que le hicieron a mi hijo, pero también por
el amor que siento hacia él en mi corazón de madre.
Por eso, por el amor y el sufrimiento que le causaron a él y
a nosotros, su familia, aún esperamos… aún luchamos… Hemos transformado el
dolor en fortaleza para demandar la verdad de lo que le hicieron, para que nos
digan dónde está y exigir que nos entreguen sus restos para sepultarlos
dignamente. Solo así, talvez logremos consolarnos aunque sea un poco de nuestro
dolor y angustia.
Ahora me sostiene la esperanza de que el sistema legal de Guatemala, que capturó e inició un juicio contra los militares presuntamente responsables de haber desaparecido y matado a Marco Antonio, le dé paso a la justicia y a la verdad que merece mi niño, aunque sea 35 años después.
Emma Theissen Álvarez V. de Molina
No hay comentarios:
Publicar un comentario