miércoles, 14 de septiembre de 2011

Resaca post electoral


He vivido buscando justicia por la desaparición forzada de mi hermano, de manera que no puedo sentir otra cosa que decepción con los resultados electorales del 11 de septiembre. Con mi reconocido pesimismo (pero en el sentido en el que lo dijo Saramago, “soy pesimista porque el mundo es pésimo”), no esperaba otra cosa, no creo en los milagros, pero quizá muy adentro esperaba que sucediera algo que cambiara los pronósticos de las encuestas.

El domingo en la noche, con las primeras cifras atoradas en la garganta, quise escribir sobre las elecciones y no pude. Empecé una y otra vez, pero fracasé en el intento. Quise hacer un análisis de lo que significa la convivencia entre victimarios y víctimas, algo cotidiano en las aldeas de las zonas rurales de nuestro país, donde conviven masacradores y sobrevivientes, pero me quedé sin argumentos. Además, hemos tenido cada criminal y genocida como presidente que no será la primera vez que esto sucede. Traté de adivinar el futuro de una justicia endeble e incipiente y de la institucionalidad carcomida por la corrupción y la desidia, pero no tuve las palabas suficientes.

¿Será sencillamente que no puedo pensar racionalmente cuando se trata de afrentas y vergüenzas? ¿O no pude escribir porque hay un grito atrapado en mi garganta que de salir diría que estoy harta y asqueada de toda esa porquería?

Afrentas, porque un hombre que ha sido acusado de crímenes gravísimos contra los derechos humanos, por los que el Estado ya ha sido condenado varias veces en el plano internacional, será el que gobierne Guatemala los próximos cuatro años. Vergüenza, porque además de presunto criminal de guerra, el caballo ganador del rally electoral también es sospechoso de vínculos con el crimen organizado, algo en lo que su oponente no se queda atrás.

Me cuesta decir que cada pueblo tiene el gobierno que merece, porque la cosa es más compleja y la componen –entre otras muchas cosas- el llamado “voto duro”, el clientelismo, el miedo, el conformismo, la ignorancia, las manipulaciones, el oportunismo, el abstencionismo, el qué me importa, el cambio del voto por un pan o por plata, la falta de opciones para hacer contrapeso, el desencanto y mil motivos más que se anidaron en la cabeza de cada votante y de quien no votó para hacer lo que hizo.

En fin, repasando los nombres y antecedentes de los personajes que participaron en esta contienda, reafirmo lo que siempre he creído: en Guate-mala a los criminales no los juzgamos ni los metemos a la cárcel. Les damos plata, honores, les rendimos pleitesía, doblamos la cintura y las rodillas, reímos por no llorar, les tenemos miedo, vemos para otro lado, nos inscribimos en sus partidos, los hacemos candidatos, votamos por ellos y los hacemos presidentes.

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